martes, 6 de enero de 2015

Bienvenido 2015 y hasta la próxima, Reyes Magos.

Llevamos seis días en el nuevo año 2015 y creo que cuatro de ellos me los he pasado estudiando. Es lo malo del plan Bolonia: no te deja tener vacaciones de navidad reales. Digamos que, en teoría, puedes disfrutar de estos maravillosos días familiares libremente. Pero no, eso no es cierto, porque tienes esa preocupación de fondo, esa vocecilla interna que no deja de decirte: "estudia, que quedan x días para los exámenes". No puedes descansar de verdad. No así.


Yo aproveché estos días festivos, los últimos de 2014, para irme a León como tenía planeado. Fue genial. Puede o puede que no haga entrada de ello porque hay mucho que contar y no me apetece pararme a hacerlo por escrito. Si un día me veo con ganas, hablaré un poco de ello. Por lo pronto, lo que puedo decir es que hay mucho más que ver en León de lo que la gente cree. Es una ciudad preciosa, la gente es amable y el ambiente está siempre animado. Además, las tapas que te dan con las consumiciones en los bares son la gloria. ¡Qué grandes los castellanos!

Sea como fuere, hace seis días recibimos este nuevo año 2015 con la tradicional consumición de las doce uvas de la suerte y la redacción - fuese mental o escrita - de los archiconocidos propósitos de año nuevo. Yo tengo propósitos. Quizá demasiados, la verdad. Pero no voy a compartirlos porque eso me comprometería con ellos más de lo que estoy dispuesta a aceptar. Básicamente incluyen cosas que tienen que ver con sacar buenas notas, hacer más deporte, comer más sano y ver/leer/jugar cosas que no he visto/leído/jugado.

Y esta misma mañana, si formáis parte de una de las muchísimas familias españolas que celebran la festividad de los Reyes Magos, os habréis encontrado regalos bajo el árbol de navidad - o en una esquina de la casa, si no tenéis árbol. No puedo quejarme para nada con los reyes magos este año. En general ningún año puedo, pero este aún más, pues no esperaba tener regalos. Básicamente porque los pajes de sus majestades llegaron antes a mi casa para darme el dinero que llevé en efectivo a mi viaje a León y pensé que no serían más generosos que eso. ¡Pero no! Se portaron, sin duda.

Para animar la temporada de exámenes que queda, entre hoy y mañana, oficialmente abierta - tengo examen el ocho, por fastidiar - los reyes magos me han traido unas preciosas Dr. Marten's negras, una taza de Mr. Wonderful y un oso panda de peluche. Y en casa de mi abuela una maqueta de madera para hacer por mi cuenta de una libélula, que ya está oficialmente instalada en la lámpara de mi habitación, colgando felizmente de ella. 

No puedo negar que los regalos me han animado mucho, aunque esté pachucha y cansada de estudiar. Llevo tres años sin disfrutar plenamente de la Navidad. Me pregunto si algún día podré volver a hacerlo. Pero mi taza de eres la hermana más genial del mundo mundial hará que estas tres semanas que se me presentan por delante - todas ellas hasta arriba de exámenes - se hagan más llevaderas. Y el panda me consolará cuando me desespere - él, Miguel y Aitor, que sé que me quieren y saben que les quiero. 

Dicho todo esto, creo que me meteré en la cama para que se me pase el dolor de cabeza que vengo arrastrando desde hace horas y para poder madrugar mañana y largarme, todo el día, a la sala de estudio. Ya tengo ganas de que sea veintidós de enero y todavía no he hecho el primer examen. Lo que me espera. ¡Cosas peores tiene la vida! Así que, ¡ánimo a todos esos estudiantes que están como yo! ¡cada enero que pasa es un enero menos de exámenes! Y mucha suerte a todos, que la necesitaremos.